Acabo de terminar un libro, The Purple Cow (La vaca púrpura), de Seth Godin. Un gurú americano por autonomasia, empresario, teórico, escritor de best-seller, experto en marketing interactivo y como no, cumpliendo el sueño americano de Sillicon Valley, con una empresa, Yoyodyne Entertainment, en nómina de Yahoo allá desde los 90´s, vendida por una segura y nada desdeñable suma de dinero.
Leer la vaca púrpura de Godin ha sido un gran acierto. La imagen con la que arranca el título de su libro me pareció genial: una secuencia cotidiana de la familia Godin en coche que conduce cerca de un pastizal cubierto de hermosas vacas. Una vaca lleva a otra vaca, y a otra y a otra, pero cuando se van sucediendo, impresas en las ventanillas del coche, la sorpresa, la curiosidad, el primer impacto, van desapareciendo a medida que el coche avanza por la carretera.
Con esta metáfora hecha imagen, Godin plantea los cambios y nuevas apuestas que se han de realizar en marketing y publicidad, adaptándolos a las actuales necesidades. Si los consumidores se encuentran saturados de publicidad, los nichos están tan segmentados, las campañas suelen ser anodinas de pura rutina, ¿qué debería hacer un publicista o un experto en marketing para que su producto se venda, destacando sobre los demás.
Todo gira muy rápido, el mundo gira muy muy rápido, y hay que crear un producto nuevo, arriesgado, diferente a todos, especial, extraordinario, y aquí entra en acción nuestra oronda y bella Vaca púrpura. Hay que apostar por campañas nuevas, por una vaca diferente al resto. «El éxito del pasado no tiene por qué repetirse en el futuro», explica Godin, de eso se trata. De ordeñar a la vaca púrpura, de ser creativos y empáticos con nuestro target. De ser proactivos y sumar, de apostar por el riesgo, de captar y seducir a nuestro público.
Si al conducir con nuestro coche por un pastizal, ves una vaca púrpura, o una CowParade al estilo español, yo pararía el coche, seguro, y la compraría. ¿Y tú, qué harías?