Fotografía: Carlos Escolástico
¿Quién soy?
Sí, de esta forma me sentí, fascinada y enganchada en plena adolescencia al escuchar sensiblemente y por primera vez el tema “Disorder” de Unknown Pleasure (1979) en el tocadiscos de mi hermano. A mi hermano le gustaba tanto que lo compró dos veces. Recuerdo sumergirnos ilógicamente en nuestras sesiones, ayudarle a guardar el vinilo en su caja, limpiar alguna pelusa si la hubiere y ordenarlo con el resto de su discografía. Tiempos gloriosos.
Desde Manchester hasta la bienaventurada Londres
Los 80´s marcaron mi epicentro musical señalando virginalmente mi primer camino del pop, el post punk, el indie, el rock y la electrónica. Fui capaz de absorber humildemente los riffs y sus bits que, con el tiempo, sellaron un background gracias a la discografía de mi hermano.
Juntos, viajamos con su elección magistral recorriendo Reino Unido a través de sus vinilos. Nos perdimos en la posbélica e industrial Manchester con Joy Division, The Fall, New Order, Happy Mondays y The Smiths, bailamos con David Gahan y Depeche Mode, cantamos con Robert Smith por el condado de Sussex hasta la bienaventurada Londres con Pet Shop Boys.
A finales de los 80´s empecé a leer poesía. Mi madre me veía sonreír cada vez que me compraba un libro nuevo. Leyendo, pegué el salto a la Beat Generation, Allen Ginsberg, William Burroughs y Kerouac, y a un grande del Spoken Word, Gil Scott-Heron, mezclándolos con la electrónica y los sintetizadores de Visage, Kraftwerk, Yello y Cabaret Voltaire. Leer poesía seduciéndote con algunos grandes de la música electrónica, ¡era tan sexy!
La música, en su conjunto, siempre ha estado y tuvo la maravillosa capacidad de salvarme la vida, como escribió en su libro James Rhodes. Me besó cuando debí ordenar los discos heredados de mi hermano y releer los libros comprados por mi madre; me abrazó en mis rupturas escuchando a Frank Sinatra y a Kamasi Washington; y levité con los ojos cerrados con Max Cooper en mitad de los tratamientos de quimioterapia; Bailé sola con Yo la tengo; pinté nuevos países gracias a Pink Floyd, conecté conmigo escuchando a The Velvet Underground y follé, con y sin razones, con los brasileños Liniker.
Elektrosía: #PoesíaHabitada
A finales de los 90´s y a principios de los dos mil, empecé a musicalizar mi poesía y grabé varios temas electrónicos de Spoken Word volcados en varios conciertos y en algunas actuaciones de teatro.
Publiqué, me publicaron, leí en recitales, disfruté de las sinergias de varios colectivos de poesía en Huelva, Palma de Mallorca y Madrid. Y a mediados del 2019, con la peor resaca del año, convulsionó en mi cabeza mi proyecto personal de Spoken Word, Elektrosía.
La poesía electrónica es, con mi grupo Elektrosía, #poesíahabitada. Es decir, este proyecto unifica la palabra hablada, la música electrónica y el lenguaje audiovisual, con el videomaping, habitando sus espacios comunes.
Además, este proyecto personal necesitaba la energía vital tras mi enfermedad con mi cáncer de mama. Y este era su momento. Todo ello se refleja en mi primer álbum de Spoken Word, Love and Fear (2019). Entre medias de ese camino, brindo por mi mentor musical, mi hermano, y por mi madre, quienes me abrieron las ventanas para conectar con la belleza musical y la desnudez en la poesía